Estaba en el avión lidiando con lo poco que me gusta volar, y pidiéndole a los ángeles que nos protegieran durante el viaje, como siempre hago. Tenía los ojos cerrados y dejando que las lágrima brotaran sin reprimirlas, al fin y al cabo nadie me conocía y era lo que mi corazón me pedía. Y cuando abrí los ojos y miré por la ventanilla, ahí estaba. Un ángel, tal cual.
Una nube caprichosa antropomorfa con un vestido largo y alas nos acompañaba a la distancia perfecta para ocupar el centro de mi ventanilla.
Gracias por protegernos, gracias por escucharme, gracias por estar ahí, y gracias por demostrármelo de vez en cuando. Muchas gracias.
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