Día tras día la ilusión de un cambio, de un GRAN cambio, no hacía mas que crecer y crecer y alimentar nuestras ganas de ir mas allá, mi sentimiento de que éste era nuestro momento, y el momento del mundo entero que nos estaba apoyando y replicando. Pero ayer nos invadieron, nos pegaron y tiraron por tierra una gran parte del trabajo realizado. Lloré. Lloré al ver cómo pegaban a gente de todas las edades y condiciones sentadas con las manos en el aire. Y les pegaron. Les dolió a ellos, y a todos nos dolió al verlo.
Pero a la noche volvimos todos, los de siempre y muchos mas, miles y miles de ciudadanos más indignados que nunca a dar nuestro apoyo al movimiento y a la no violencia. Y más unidos que nunca seguiremos luchando pacíficamente por el cambio que deseamos hasta que no les quede otro remedio que escucharnos.
Anoche volví a casa con una sonrisa. Feliz y esperanzada, de que ésto crece y sigue para adelante. De que el cambio se acerca. De que los imperios, aunque aun no lo sepan, están cayendo. Y a decir verdad, da un poco de miedo.
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