jueves, 17 de mayo de 2012

Autofotos de otros

A ver la foto de un ex y pensar: Como coño me pude liar con ese, se le añade:

Siempre ha tenido la misma cara de gilipollas.

¿Cual será el antónimo de nostalgia?

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jueves, 3 de mayo de 2012

Soñando otra vida

Me encontré observando una bailarina en pleno ejercicio. Nueve chicas bailaban al unísono una canción de country que no sentían ni disfrutaban, pero sonreían. La protagonista, aquella que a veces era yo, no mostraba el mismo entusiasmo, y en plena función dejó el escenario caminando a desgana. Bajó unos peldaños más hasta los vestuarios, deseosa de darse una merecida ducha, el resto de bailarines, que se preparaban y esperaban su turno para bailar le/me miraban atónitos. Acaba de destrozar su carrera profesional, su sueño, su vida, nadie le volvería a contratar mas tras dejar un espectáculo de esa manera. Pero a ella le daba igual, quizás porque había descubierto, en ese momento, bailando esa canción, que esa no era la vida que quería.

Mientras se sentaba abatida en un banco, asumiendo su decisión y sus consecuencias, un compañero le preguntó algo, ella habló de su pasado, se había metido mucha mierda en sus inicios, quería huir de todo eso. El bailarín, mas que alarmarse, se interesó y le preguntó ansioso si todavía tenía algo y sabía preparárselo. Casi con un automatismo y viendo que él realmente deseaba su dosis y no sabía administrársela, se puso a preparar un chute. Junto a ellos había un niño que había salido de una puerta que inexplicablemente daba a una comisaría. Preguntaba a la entretenida pareja de bailarines qué hacían, pero le ignoraban por completo. Acabó saliendo un agente del lugar, de la brigada de inmigración, el niño era extranjero y le entretuvo. Era un hombre en un cuerpo pequeño, pero todos le trataban como a un niño. Le entretuvo suficiente para que la bailarina terminara con los preparativos y su compañero se metiera en el baño dispuesto a consumir la deseada dosis. Otro agente acudió y querían evitar tal situación, pero no se atrevían a entrar en el baño, por no interrumpir sus deposiciones, o algo. Pasaron horas esperando a que saliera del baño, donde el bailarín se quedó dormido tras el consumo de heroína. Ella ya se había ido.

Me desperté en uno de sus sueños, de la bailarina. Era una habitación, la suya, no en la que dormía si no en la que iba una vez dormida. Allí donde acudía en la mas absoluta soledad. Pero yo estaba ahí, en su lugar, una intrusa en su más íntimo rincón, observando su habitación. Tenía un diario abierto sobre una mesita redonda que no leí, muñecos de peluche, un espejo de pie, un circuito de tablas de madera colgando del techo, una cama, mucha luz y muy difusa. Caminó por la habitación diciendo que allí podía ser lo que ella quisiera, cualquier cosa, y aunque la gente prefiriera volar, a ella le gustaba ser gato. Nos convertimos en un intermedio entre gato y humano, y aprovechando la agilidad del animal subimos a las tablas del techo donde bailamos cual gimnasta. Lo único que quería ella era ser ágil como un gato y bailar. Su sueño era también su realidad, y parecía no darse cuenta.

Aprovechando el ser consciente de que me encontraba en un sueño, no pude evitar experimentar un poco, y aunque sabía que los efectos de mirarse a un espejo pueden ser algo perturbadores, me dirigí al espejo para jugar un poco ante él. Se veía mejor de lo que me esperaba así que proseguí con mi transformación. Deseé de primeras que me crecieran colmillos, y empezaron a crecer, pero el despertador me interrumpió, me empecé a marear, los colmillos se empezaron a doblar, y desperté.

Desperté en medio de la montaña, ésta vez ya sí que era yo. Estaba con mi hermano, su novia, y otro chico, mi monitor del gimnasio. Se suponía que ya habíamos hecho eso otras veces, ir a la montaña, e íbamos a bajar, normalmente en el coche, una pic-up destartalada que conducía el chico. Pero mi hermano ésta vez iba con la moto, así que él y su novia irían en la moto y yo iría sola con el monitor en el coche. Por alguna razón él tenía una bicicleta en la mano y no podía conducir, así que le ofrecí agarrarla yo mientras condujera. La agarré y se marcharon todos sin mi. Así que tuve que seguir a pie, corriendo colina abajo. A decir verdad fue divertido.

Al llegar abajo había un pequeño lago artificial donde mucha gente se bañaba y me uní a ellos. Entre la gente estaba mi amiga Roxy, no me la esperaba allí. Me abrazó con entusiasmo, no era tan bajita como en la realidad, si no de mi altura, y empezó a contarme cosas. Yo aun estaba desconcertada por el sueño que acababa de tener y deseaba aquella ducha que la bailarina no pudo tener, así que empecé a enjabonarme el cabello mientras hablaba con mi amiga. Pero el agua del estanque iba y venía y en cierto momento se fue y no volvió. Por suerte puede aclararme el cabello en unas duchas cercanas. Estaba en ello cuando el despertador volvió a interrumpirme, volví a marearme y volví a despertar.

Al caer de nuevo en el sueño estaba en otra ciudad, en Madrid, de noche. Roxy seguía a mi lado. Estábamos esperando a alguien, no se a quién, y no paraba de hablar. Me contaba algo sobre su hermano mayor, o tal vez su novio, de cuando alguien cercano se les murió o pasó algo terrible, que desde entonces estaban muy unidos y sabía que él jamás se alejaría de ella por eso. Yo me moría de ganas de contarle todo lo que acababa de vivir, lo de la bailarina y la heroína, lo de su sueño, pero sabía que no era mi vida, que aquello no era técnicamente real, y callé, tan solo escuché. En algún momento de su discurso sonó el despertador por enésima vez y decidí levantarme.

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