Pude seguir la primera, sobrevolando sobre su cresta, hasta que llegó a tierra. Yo también estaba allí, junto a todos los míos, de hecho, junto a toda la población de mi ciudad, viendo como en pocos segundos una ola arrasaba nuestros hogares y convertía Barcelona en un área de guerra.
Muchos perdieron la vida, también muchos la salvamos. Pero cuando empezábamos a organizar el caos encontrando a nuestros seres queridos y ubicándonos en los pocos edificios que habían quedado habitables, no podía dejar de pensar que ese solo había sido el principio. Pues nos esperaban otras 9 olas igual de arrasadoras que no se iban a contentar con cebarse en los escombros, y destruirían todo lo que todavía se tenia en pie.
Yo parecía ser la única que conocía este dato ¿pero que iba a hacer? El final se acercaba y era inevitable.
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